Brujos andinos auscultan el mañana en estaño derretido
Cada año, a finales de junio, estos chamanes nativos se congregan en los alrededores de la plaza de San Pedro, en el corazón de La Paz, paradójicamente como parte de la festividad que rinde homenaje al padre de la Iglesia católica. Junto a ellos, conviven 'pajpacus' charlatanes y embaucadores.
En los recovecos de San Pedro, una tradicional "barriada de indios" de principios de la colonia, estos enigmáticos chamanes exploran el futuro de sus clientes por unas pocas monedas.
Enfundados en ponchos ocres u, ocasionalmente, multicolores atienden a sus clientes furtivos sentados en pequeñas bancas en los resquicios de la callejuelas de este barrio colonial, que albergó a mediados del siglo pasado otra tradición: la fiesta del 'Ekeko', diocesillo indígena de la abundancia.
El ritual de los chamanes andinos es igual de uno a otro:
Gentes desesperadas por deudas, atrapadas en las redes de amores irredentos o afectados por males incurables consultan a los clientes, la mayoría indígenas o clasemedieros en decadencia.
La lectura de la suerte, que nació hace décadas en el barrio de San Pedro de La Paz, se extendió en los últimos años a la Ceja de El Alto, una populosa ciudad vecina de La Paz, poblada mayormente por migrantes de regiones del altiplano.
No está claro para los antropólogos o costumbristas dónde nace esta curiosa simbiosis entre cristianismo y paganismo.
Quizás la explicación más sólida sea que en los albores de la fundación de La Paz, San Pedro era un "barrio de indios", según el costumbrista Antonio Paredes.
Los nativos -tanto del Altiplano como de la Amazonia- pueden interpretar el futuro de su cosecha, según las señales del cielo, pero "cuando la lectura es más compleja se requiere de un 'yatiri'" que puede "predecir también el futuro de la vida de las personas", según Cajías.
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